Por: Luz Mary Castrillón
@amancer.deletras

Para el uno de diciembre los aires se despejan y las nubes como pañuelos poco a poco van desapareciendo para dar ese color azul en todos sus tonos al cielo. Se advierte la alegría arriba, en el aire, y abajo, en la tierra; así avanzan los primeros días del mes de diciembre.
Pronto llega el ocho y por todos lados preparan las casas pintando y limpiando; ya listas instalan con esmero el árbol de navidad decorado con los tradicionales colores blanco, rojo, verde dorado, plateado; afuera las guirnaldas en las ventanas, los foquitos en el techo, en los capiteles; en el jardín. Luego vemos que el entusiasmo del espíritu navideño se desborda por calles, avenidas, parques; por todos lados marcando así la inauguración de las festividades iniciadas con la fiesta de la inmaculada concepción y la celebración del día de la madre.
Durante el resto de los días en muchos hogares aparece el pesebre donde las tradiciones nos cuentan que va a nacer el niño Dios; las familias enteras trabajan en su construcción para después reunidos alrededor del Belén cantar villancicos a la espera del veinticuatro. Al llegar este día; un poco antes de las doce todos se reúnen ya sea adentro de la casa o afuera, en la calle, alrededor de una mesa con la cena de medianoche esperando la natividad y la perspectiva de presentes para los pequeños y para los mayores regalos de amigos secretos.
Lo más hermoso de la noche buena es el intercambio de abrazos festejando una navidad que se alarga hasta el treinta y uno de diciembre en las que algunos después de celebrar el año que acaba y brindar por el nuevo que comienza integran una serie de tradiciones como por ejemplo vestir ropa amarilla para la buena suerte, otros preparan la maleta y así atraer oportunidades de viajar en el siguiente año y las doce uvas para el número de la lotería entre otras usanzas.
Queda atrás entonces el año viejo con los malos o los buenos recuerdos que no se abrazan y que da paso a otro nuevo que comienza con sueños, ilusiones, esperanzas y bisoños optimismos para muchos; para otros, la misma rutina con el mismo derrotero.
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