Por: Juan Ríos
Cuando apenas tenía 14 años, Sabina, una amiga de la familia y a quien yo llamaba cariñosamente Mamá Sabina, me llevó a Costa Rica para la graduación de secundaria de su hijo. Era mi primera vez viajando al extranjero. De ese viaje quedan pocas memorias, pero lo que sí recuerdo vívidamente es visitar un enorme mercado público donde compré el primer nacimiento de yeso. Eran unas figuras pequeñas y algo rústicas, pero para mi tenían un significado enorme. A parte de ser nuestro primer nacimiento, era un recuerdo de mi primer viaje.
Entonces se hizo tradición que cada diciembre yo tenía que ir a Boquete a buscar el musgo para el nacimiento. Era la excusa precisa para ir con mis compañeros de la secundaria a explorar las montañas de Boquete. La excursión fue toda una aventura, ya que mis amigos y yo preparábamos nuestros emparedados, sodas, abrigos y hasta juegos. Escalar las montañas de Boquete era hermoso y hasta peligroso. La brisa era extremadamente fuerte, recuerdo que teníamos que agarrarnos de los arbustos a veces para que no nos arrastrara la brisa.
Tal vez por ser tan jóvenes e inmaduros no nos percatamos de lo peligroso que era la excursión, pero todo era parte de la aventura de buscar musgo para el nacimiento y de estar con mis amigos.
Con el pasar del tiempo, me mudé de la casa de mi madre para asistir a la universidad en la ciudad. Mi hermana quedó a cargo de las decoraciones navideñas, pero dudo mucho que ella hiciera la excursión de ir hasta Boquete a buscar el musgo para el nacimiento.
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