Por: Digna De La Rosa
@digdela
La Navidad es un tiempo de estar con la familia, cantar villancicos alrededor del arbolito, poner el nacimiento y compartir con los demás. Sobre todo, tener presente que es el niño Dios el principal motivo de la celebración.
Recuerdo una fiesta de Navidad en el campo por primera vez. Los padres de familia nos convidaron a participar con ellos en el patio al finalizar la jornada de clase. Me fui a la casa a dejar mis enseres escolares y cambiarme de ropa, mientras que llegara el momento de la actividad. Mis compañeras también se fueron a cambiar. El detalle que me sentí un poco incómoda porque no pude contribuir con algo, solo con mi presencia.
Mientras que nosotras, bien trajeadas, ellos con un buen baño, su ropita diaria y sus piececitos descalzos, iban llegando en grupo.
Se han preguntado alguna vez ¿Cómo celebran nuestros niños del campo la Navidad?
Los regalos para muchos de ellos son mágicos. Si mágicos. ¡Juegan con la imaginación! Aviones de papel que sus papás le hacían con las páginas de los cuadernos ya usados. Y si vieran sus caritas de felicidad, con esos pequeños detalles eran inmensamente felices.
El arbolito, nada menos que el palo de limón, decorado con cartones de leches. Ellos esperaban con ansia la comilona, unos ricos macarrones, su pollo guisado y su refrescante chicha de tutti frutti que solo la saboreaban en estas fiestas.
Esta gran experiencia de vida, me enseñó que la Navidad no es un arbolito caro, ropa fina y una cena gourmet; sino, ese espíritu de amor, de alegría que llevamos por dentro, tratando de sacar ese niño que hay dentro de uno; como esos niños que en su inocencia vivían la magia de la Navidad con los piececitos descalzos.
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