En estos momentos que estamos viviendo no quiero abrumarlos con más de lo mismo que están recibiendo en las redes sociales y en los medios tradicionales de comunicación.
Hoy me permito compartirle una reflexión que tiene como origen una frase: “Gracias a Dios”, esta frase cuantas veces la hemos usado, quizás los más osado que no nos importa que las personas conozcan que creemos en Dios.
Durante estos días de cuarentena me he tomado cada día, la tarea de llevar en una libreta las personas que saludo y les pregunto ¿cómo están?, pienso tanto en que alguno de ellos pueda estar necesitando de un apoyo económico o espiritual, o este con la enfermedad o algún familiar, y yo sin saberlo.
He tenido la gran fortuna que todos están bien, de lo que hoy es básico, salud y alimentación. Algunos me han confiado su estado anímico en este momento, allí es donde entro yo a brindar consejos, pensamientos alentadores y lo que escucho de los expertos. En estas conversaciones me he nutrido también de palabras de esperanza y unidad de mis amigos.
Sin embargo, me llama la atención que cada vez que ellos me preguntan como estoy, yo les digo: Estamos bien, gracias a Dios. Hoy para mi levantarme cada día y saber que mi familia está bien, me hace decir desde el corazón: Gracias Dios.
Darle gracias a Dios, porque reconozco mi pequeñez ante Él, reconozco mi dependencia a Él. Darme cuenta que con solo mis fuerzas no puedo, pero que con Él lo puedo todo.
Quiero hacerles una confesión, este año le pedí a Dios me ayudara a cambiar la rutina de las cosas que hago, sentía que cada día repetía la misma rutina, y los fines de semana no me alcanzaba el tiempo para hacer todos los pendientes personales, incluyendo escribir. A veces meditaba y le decía Papa Dios que debía tener 4 clones de Cristina, cada uno en un desempeño determinado de mi vida, y poder quedar bien con la familia y con los grupos que pertenezco, sentía gran frustración el no poder complacer a todos, y en algunas ocasiones ser etiquetada de desinteresada.
Desde enero comencé hacer pequeños cambios para sentir que cada día hacia cosas distintas, aproveché mis horas de almuerzo y no salir tan tarde de la oficina. Empecé por ir almorzar más seguido donde mi mamá, llegar a hacer una rica cena en casa, leer mis libros pendientes, mimar mis plantas, escribir para mi blog o redes sociales. Así comencé a romper con la rutina que me estaba ahogando.
El Covir19, me ha cambiado la rutina de golpe, hoy que les escribo llevo veintitrés días en casa, aunque de ellos quince días con teletrabajo y el resto de vacaciones. Me dije: recogeré las múltiples sugerencias de actividades por hacer en la cuarentena que publican en las redes sociales y realizaría mi propia lista, incluyendo claro aquellas que debido a mi falta de tiempo no podía hacer.
Mi lista incluye desde bordar hasta continuar escribiendo mi cuarto libro, el cual es todo un reto para mí, claro con la fe que la enfermedad no toque a mi puerta, ni a ningún familiar cercano.
Dentro de esa lista incluye escribir o llamar a familiares y amigos para brindarles un saludo que desde mi corazón, significa eres importante para mí y quiero saber que estas bien. Siempre me despido de ellos: “Por favor cuídate”, es para mí una súplica que debe interpretarse: la próxima vez que te contacte quiero saber que aún sigues bien.
Doy gracias a Dios por cada día, que me permita servir y ayudar a los demás, en medio de las limitaciones que tenemos.
Ahora más que nunca, comprendo la profundidad de la frase “Gracias a Dios”.
"Gracias Dios mío por bendecirme todos los días, con mucho más de lo que merezco"
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