“Quien tiene un amigo tiene un tesoro”

Creo firmemente en esto. Si algo me orgullece son mis amigos. He pensado que su presencia en mi vida compensa la ausencia de un amor romántico.
Cada año que finaliza, doy gracias a Dios por los nuevos amigos que me ha permitido conocer. Aunque algunos son más cercanos que otros, saber que están allí es una gran bendición.
Una de mis costumbres es sacar un tiempo de la semana, para escribirles, la frase que uso es: “Hola, paso por aquí, para saber cómo estás y que todo anda bien por allá”. Para mí, estos mensajes son esas gotitas de agua que nutren una planta delicada, que no podemos dejar morir por nuestro descuido.
A veces puedo estar enfocada en mi trabajo, otras veces conduciendo mi auto, o mientras oro y viene a mi mente alguno de mis amigos o alguna persona que hace poco conocí. No estoy tranquila hasta que le llamo o le envió un mensaje. Muchas veces me sorprendo de las respuestas que escucho, una de las más comunes es: No me lo vas a creer estaba pensando en ti, o hace rato estaba por buscarte. ¿Telepatía? ¿Coincidencia? ¿Dioscidencia?
Me gusta mucho la analogía de la vida como un tren donde vemos personas subir y bajar en
diferentes estaciones. De la misma forma he visto en el tren de mí vida, como han subido personas que se han convertido en esos amigos que no se bajan del tren, a veces están cerca de mí, otras veces se ocultan en otro vagón donde me observan en silencio, pero siempre al pendiente de venir en mi auxilio, con un consejo o simplemente con un fuerte abrazo que recarga mis días tristes o celebrar con alegría mis logros.
Muchos de estos amigos crecen contigo, son esos amigos de la infancia o aquellos que conociste en la adolescencia y aun después de muchas décadas mantienes la amistad.
Otros están más cerca, en su propio mundo, pero no se bajan del tren porque necesitan de tus consejos y fortaleza. Son esos amigos que dicen quererte pero que primero están sus necesidades y por último preguntan: cómo estás. Son esos amigos que me permiten poner al servicio los dones que Dios me ha regalado sin esperar nada a cambio.
Algunos suben y marcan tu vida de forma permanente, pero deben bajarse, su misión se cumplió. Al sentir su aroma o una melodía, provocan risas o llanto, al recordar los momentos compartidos.
Otros suben al tren porque son relevos de otros que deben bajar. Un intercambio perfecto imperceptible, con el pasar del tiempo te percatas que ese nuevo amigo vino a ocupar el lugar de aquel que debió alejarse. Dentro de este grupo están algunos de los amigos del ámbito laborar.
Algunos seguimos la amistad y otros simplemente se alejan, pero eso sí, cuando nos reencontramos surge una alegría mutua y contagiosa.
En mi nuevo libro " La bienvenida del Rey" encontrarás el valor de la amistad en los personajes de esta historia, inspirada en algunos amigos cercanos. Te invito a leerla.
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