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El regalo de Rosita

Por: Yesi Lu Quintero

@yeseb_07


Quizás no todos compartimos un bello recuerdo de Navidad o aquella Navidad llena de juguetes, regalos y comida. Sería egoísta creerlo así. No obstante, siempre la imaginación, la creatividad y el amor de algunos seres pueden hacer la diferencia.

Cuando se acercaba diciembre, se acercaba también una época “especial”: el aroma de la brisa era diferente, películas de Navidad en todos los canales nacionales, fiestas navideñas en la escuela, en fin muchas cosas que le hacían saber a Rosita que la Navidad estaba por llegar. Sin embargo, su mayor ilusión era ver a ese personaje vestido de rojo con barba blanca y enorme panza que visitaba a los niños y les llevaba regalos. Ella siempre sintió que era una niña buena y jamás había recibido un juguete de ese tal “Santa Claus” que veía en las películas.

Se preguntaba por qué para ella no había regalos, no había Santa. En el fondo, sabía que era algo inventado pero su ilusión infantil la hacía aferrarse a la idea de algún día poder verlo o recibir un regalo de él. Por otro lado, sus padres la llevaban a la misa de Navidad. Allá, el sacerdote decía que la Navidad era el nacimiento del niño Jesús y que él traía los regalos. ¡Pero qué suerte la de Rosita! Ni Santa ni el niñito Jesús le traían un regalito. Pero, ella se emocionaba tan solo con la idea de saber que algún día recibiría un obsequio.

Aquel 24 de diciembre, casi 25, Rosita recibió un jueguito de té. Quizás no era lo que tenía en mente, pero definitivamente era un regalo especial por el que tuvo que esperar. “¿Habrá sido Santa o El Niño Jesús?”— se preguntaba.

Rosita, aquella Navidad, estaba tan contenta con su regalo, el único regalo que había recibido en muchos años. Pero los años pasados no importaban, importaba el presente. Estaba feliz y sus padres también de ver a su pequeña disfrutar el obsequio que con gran esfuerzo adquirieron para Rosita. Se lo merecía. Era una niña muy amable, solidaria, empática, inteligente y paciente.

Rosita dio muchos abrazos y besos a sus progenitores porque estaba enormemente feliz por la ilusión que la Navidad le traía y porque en el fondo sabía que sus padres habían hecho lo posible para darle un granito de felicidad aquella Navidad descubriendo que su mejor regalo era la familia que tenía.

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