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El arboricidio

Por: Ginnie Haskins

@ginniehb

Este año, como todos los años, mi mamá me pidió que le colocara las cintas del arbolito de navidad, que ya había sido armado por Ricky, un amigo ‘handyman’ de la familia, al que mi mamá siempre contrata para ayudarla a poner el arbolito.

Con tantas actividades no había podido ir donde mi madre a cumplirle su pedido que hacía unos días atrás me había solicitado.

Llego el 14 de diciembre y habíamos coincidido mi hermana con su esposo y yo con el mío en una visita a la casa de mamá.

Y me dije ¡este es el día!

-Búsqueme la cinta que se la pondré al árbol.

Tengo que señalar que ese árbol es tan grande que toca el cielo raso, pero así es mi mamá. Dice que para chiquita ella. Ese árbol medía 10 pies de alto. Muy frondoso. De los que se arma en tres partes y traen foquitos instalados.

La cinta no aparecía. No lograban recordar a dónde la habían guardado. Era como si algo nos avisara que era mejor no ponerla. Al cabo de media hora, justamente en la sala, en una gaveta frente al árbol, estaban los dos rollos de cinta.

Como el árbol era muy grande tuve que buscar escalera, apagar el abanico y pedirle a mi esposo que me ayudara.

Todo iba de maravilla, ya le había dado tres vueltas con cinta al árbol, cuando de repente… ¡Cuidado! ¡Agárralo! ¡Oye se cae! El árbol se venía abajo, justo hacia el lado donde estaba mi esposo, quien pudo sostenerlo. No había forma de enderezar el árbol, se balanceaba. Frente a él estaba el nacimiento amado de mi mamá, unas piezas grandes colocadas en una consola. Si el árbol se caía, destruiría por completo el nacimiento.

Fue mucho estrés y gritería. Mi hermana corrió a ayudar también a sostener el árbol.

Mientras ellos lo mantenían en su lugar, yo me agaché para revisar la pata y el pedestal, cuando para mi sorpresa, el árbol solo estaba sostenido por la punta del extremo inferior del tubo que es su tronco y no había ni un solo tornillo que lo apretara para mantenerlo firme.

La verdad no sé cómo no se vino abajo antes, le dije a mi mamá: -Gracias a Dios que no le cayó a usted, ni a nadie encima.

Le pedimos nos consiguiera tornillos y mi madre nos trajo dos cajas de herramientas que pertenecieron a mi papá, no sé cuántos tornillos probamos y ninguno funcionaba, o eran muy gruesos o muy delgados.

Al final logramos apretar dos. Me decían que con dos eras suficientes; que eso lo sostendría.

Pero no quedo todo ahí.

Después de apretar los tornillos, el árbol seguía sin sostenerse, se tambaleaba de un lado al otro, intentamos ponerle sacos de arena y no funcionó.

Julio, mi esposo y mi hermana Marlen decidieron acostar el árbol, para asegurarlo bien y estabilizar su base; lastimosamente al inclinar el árbol y por efecto de su peso, se torció el tubo que lo sostenía, tanto así, que se rompió.

Quedaba apenas una pequeña punta, muy corta, que no lograría sostener el árbol.

Vimos las bolas volar, flores caer, duendes saltar, las decoraciones del árbol quedaron rodando por toda la sala y lo peor era ver la cara de mi mamá.

¡Oh Dios! -me dije- Este árbol murió. No había forma de arreglarlo y de lograr pararlo.

Después de darle vueltas a la situación, decidimos separar el árbol en sus tres partes para poder maniobrarlo mejor.

Cuando los separamos pudimos ver que la segunda división del árbol tenía en su unión un tubo más largo, pensé en que podríamos solo poner esa parte y la punta. Así, por lo menos tendría un árbol. A mi mamá no le convencía, mientras miraba la parte más frondosa del árbol ahí tirada en el piso ya sin una sola bola.

Le dijimos que no se veía mal, que no quedaba tan pequeño el árbol, y nos pusimos enseguida a decorarlo nuevamente. Si se quedaron bolas sin poner, ya que en el jamaqueo cuando salieron voladas varias se dañaron. Pero los detallitos decorativos que había eran bastantes y más aún, en esa parte más frondosa del árbol, por lo que se veía muy bonito ya decorado.

Al momento de ponerle la cinta, mi madre dice: -No me gusta, ya no le pongas la cinta, se vería más cinta que árbol. Al momento me molesté y le dije: - No importa lo que se ponga, usted lo seguirá viendo feo.

Ella suelta la frase: -Yo solo pedí que le pusieran una cinta y todo el árbol me lo han destruido.

Nadie tenía realmente la culpa del incidente del árbol. Fue algo en cadena, desde colocar bien la base, decidir acostarlo, en vez de separarlo para su mejor manejo.

Ya el daño estaba hecho.

Tratamos de animarla a que viera lo bonito que se veía, es más tenía una estrella que alumbraba y en cielo raso se podía ver un juego de luces de estrellas que antes no se apreciaba por estar la punta del árbol tan pegada al techo.

Al final mi mamá sonrió y nos dijo que lo único positivo de toda la situación fue el vernos nuevamente en familia haciendo la decoración navideña. Ahí estábamos mi cuñado Lenin, mi hermana, mi esposo y yo, todos arreglando y adornando el arbolito para volver a ver a mi mamá feliz. Nos reímos mucho de todo lo sucedido. Compartimos una noche diferente y hace muchísimos años que no poníamos juntos el arbolito de mi mamá. Antes de casarnos siempre lo decorábamos entre todos. Y por el incidente del árbol volvimos a revivir esos tiempos.

Pasamos de un arborecido a un compartir familiar

De las dificultades, también se pueden sacar cosas buenas.

La parte frondosa quedo guardada, ya que mi mamá tiene la esperanza de poderla arreglar y volver a ver su árbol a su tamaño normal, el próximo año.

Recomiendo que siempre revisen las bases de sus arbolitos y se aseguren que las mismas tengan sus tornillos.

Ayudemos a nuestros padres a decorar su casa en navidad, aún después que ya no vivamos ahí, no saben la alegría que ese detalle les da.

Feliz Navidad.

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