Extraño las cosas simples, que antes daba por sentado
La palabra “pandemia” ha generado en mí diversas reacciones a lo largo del año, creo que mi primer pensamiento al escuchar esa palabra fue incredulidad. No había forma de predecir lo que iba a pasar. ¿Cómo es posible que la vida de todos cambiara tan drástica e inesperadamente? Parece tomado de algún libro postapocalíptico e insertado este mundo, esa simple posibilidad parecía absurda.
A pesar de esto, me gusta pensar que todo tiene su razón de ser, y que no hay mal que por bien no venga, ciertamente durante la pandemia no todo es color de rosas, pero he notado cambios positivos en mí que me animan.
Hace cinco meses no tenía oportunidad de convivir con mi familia en el hogar, aunque salíamos a comer una vez a la semana, ese par de horas juntos no es comparable con la cantidad de tiempo que forzosamente hemos tenido que compartir. Créanlo o no, vivir con las personas que amas no es sencillo. He tenido argumentos por la cocina, llantos esporádicos y mucho, mucho amor. Todos estos episodios me han llevado a desarrollar una paciencia más tierna, que viene del cariño y el entender que es una época difícil para todos. Es empatía y solidaridad, un nuevo matiz que me ha llevado a tratar de ponerme en el lugar de los demás, dejar de intentar cargar el peso del mundo sobre tus hombros y apoyarte en los demás, por ti y por ellos, porque, aunque existan dificultades en el camino, juntos somos más fuertes. Si me preguntas ¿Cómo ha cambiado mi vida? Sencillamente:” Me ha enseñado a confiar”.
Las ocasiones que salgo de casa, veo el mundo a través de un lente diferente, más brillante, entretenido e interesante. La naturaleza vibra de una forma diferente y el aire, aunque de ciudad, lo percibo más puro. He redescubierto la emoción infantil y que no quiero dejarla ir.
No ver a muchas personas queridas, me hace reflexionar sobre el valor de la convivencia, aprovechar cada instante que tienes para compartir, crear nuevas memorias y recuerdos. El salir con un amigo por un café, ir a un parque, conversar y reír, son pequeños estallidos de felicidad que me llenan el alma. Extraño las cosas simples, que antes daba por sentado.
Los momentos en soledad nunca me inquietan, ellos me permiten explorar mis gustos y pensamientos, lo que el bullicio de una rutina me lo impide. En el silencio de esta pandemia, sin los afanes de compromisos, sin el correr para llegar a lugares a tiempo, he dejado de apurarme. Me ha obligado a bajar las revoluciones de mi vida y pensar nuevos rumbos, cerrar los ojos y aunque con muchas incertidumbres pensar en el futuro, escuchar mi corazón y abrirlo a nuevos rumbos, que antes no habían pasado por mí mente.
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