
Querido lector de Confesiones de mujer relatos en tiempos de pandemia, hoy es el último escrito de estas publicaciones.
No puedo finalizar sin agradecerle a cada una de mis hermosas amigas por haber dicho sí a mi aventura, exponer sus corazones al mundo, dar una voz a tantas mujeres que como ellas y como yo hemos visto una trasformación de nuestras vidas. Gracias por esas historias que a más de uno conmovió a tal punto que me escribían y me decía: llore con el escrito de esta semana. Otros me escribían y me decían a mi me paso lo mismo que a esa persona. La gran mayoría no uso seudónimo, me decían: coloca mi nombre. Gracias chicas y como publicaba en las redes #Historiaademujeresvalientes.
A continuación les escribo mi relato
Aún recuerdo cuando en la oficina cada tarde nos actualizábamos varios compañeros sobre los avances del covid en China, comentábamos lo exagerado de las medidas tomadas por ese país, para nosotros extremas. Vimos paso a paso como llegaba a diferentes países, nosotros bastante ilusos que no llegaría tan pronto a nuestro país.
Quiero contarte que a mi me llego de golpe esta enfermedad, una persona cercana en mi trabajo había regresado de viaje con gripe, así estuvo varios días en la oficina y yo en broma le decía estas seguro que no te enfermaste de covid, y me decía que no porque ya le habían realizado una revisión médica y no era eso. Sin embargo, yo estaba muy inquieta a tal punto que le pedí que usara mascarilla si seguía trabajando, recuerdo sus ojos de asombro cuando se lo dije. Llego ese nueve de marzo y fue precisamente él el que me escribió para decirme del primer caso, mi querido amigo seguía mal no mejoraba y tomo la decisión de ir a realizarse otra revisión médica para comprobar si realmente era un a gripe o era covid. Usted se puede imaginar la angustia que viví, pues si él estaba enfermo, yo también, no se si fueron los nervios, pero comencé a sentir ardor en la garganta, dolor de cabeza y varios síntomas, dependía de que si él salía positivo lo más probable que yo también. Recuerden que en esos días conocíamos muy poco de la enfermedad, no me juzguen mal.
En el hospital le indicaron que por haber viajado reciente le diagnosticaron como un caso sospecho y nunca le hicieron la prueba, sustentado que debía espera que se presentaran otros casos procedentes del lugar de donde había viajado. Recuerdo que ese día fui hacer supermercado para abastecerme por si debía estar en cuarentena, también compre alimentos para mi mamá, ese día no me le acerque, fue mi hija que en la terraza de la casa dejo todos los paquetes. Esos días me leí todo lo relacionado a covid, hice todas gárgaras recomendadas: manzanilla con limón, agua y sal, vinagre. Mis nervios al borden me llevaron a la angustia, que no se iba a calmar hasta que mi amigo se recuperara del todo. Monitoreaba cada semana a todos los que estuvimos cerca de él y saber que todos estaban bien, generaba en mi un gran alivio. Muy pocas personas saben lo que ambos vivimos durante el mes de marzo. Puse mi fe en Dios y cada noche veía y escuchaba la Hora Santa en FETV, esto me ayudo a sanar física y emocionalmente.
Ya superado este episodio, que me deja en una gran incertidumbre si ambos nos enfermamos de Covid o no, ya el tiempo lo dirá. Conversando ambos lo descartamos, porque ninguna persona cercana a nosotros presento ninguno de los síntomas.
¿Qué la pandemia me cambio la vida?, con el remolino de emociones que me hizo vivir a penas llego a Panamá, seguro que sí.
Ya más tranquila. Empecé a asimilar los cambios desde trabajar en casa, los toque de quedas, las cuarentenas, los horarios que podía salir, a la expectativa de cada nuevo anuncio que cambiaba mi vida cada día. Cuando el país se paralizo pensé mucho en la posibilidad que la empresa suspendiera mi contrato de trabajo, comencé a sumar y restar haber hasta donde alcanzarían los ahorros. La palabra de Dios en cada momento me levantaba, cuando encontraba un pasaje bíblico que me recordaba que Dios siempre estaría conmigo. Muchas veces llore y me derrumbe junto a la imagen de Jesús sacramentado.
Aunque les soy muy sincera siempre he sido una persona que disfruto estar en mi casa, es mi lugar favorito, tal vez porque gran parte de mi tiempo estoy en el trabajo. Pensar en el teletrabajo para mi era genial. Es más antes que llegara el covid a Panamá, apenas salió el decreto se lo hice llegar al gerente de recursos humanos de la empresa, yo me apuntaba a esa nueva modalidad de trabajo. Sin embargo, este distanciamiento me ha permitido reconocer que me hace falta ese contacto humano con tantos compañeros de trabajo que son muchos de ellos mis grandes amigos. Extraño de ellos sus saludos afectuosos, esos abrazos de osos que daba y recibía. Esas tertulias de los temas de actualidad desde política hasta el reciente video viral en las redes. Con muchos, durante este tiempo he estrechado aún más la amistad, sin embargo les confieso, que se han distanciado varios.
Tengo una rutina de cada semana escribir como mínimo a cincos amigos o familiares para saber cómo están y dejar una puerta abierta para cuando me necesiten. Creo que la que más disfruta soy yo, desahogando angustia, conversaciones con humor pandémico, humor sarcástico, algo de política y por supuesto no puedo dejar de hablar de mi fe.
La cuarentena en casa me permitió conocer la mujer en que se ha convertido mi hija, sus creencias, ideales, opiniones y sus luchas sociales. Hemos fortalecido una relación donde yo me sentía cada vez más sola, pues ella casi no pasaba en casa, entre su trabajo, sus estudios, su novio y sus amigos. Muy poco tiempo quedaba para mí. Ya estaba resignada a que esto no cambiaría.
Si pienso en la Cristina de hace nueve meses con relación a la de hoy, es muy diferente. Destaco “la simplicidad”, o como bien Monseñor José Ulloa menciona “la esencialidad”: lucir mi rostro sin maquillaje y atreverme a colocarla en las redes sociales , las pañoletas se convirtieron en las mejores amigas de mi cabello rizado, sweater y pantalones cortos para trabajar, toco hacer recortes de pantalones largo. Nada mejor que la comida hecha en casa. Aprendí técnicas de dibujo, la cosa la tome tan seria que hasta maletín de dibujo tengo. Más tiempo para leer y ver menos televisión o redes sociales, disfrutar cada día de las conversaciones con mi mamá, aprender a escuchar y no interrumpir, a deleitarme con el canto de las pájaros mientras trabajo, acostumbrarme a esa pareja de palomas que romancea para darme envidia cada noche, llevar con orgullo mi collar con la medalla de la Virgen milagrosa, incluso en reuniones importantes de trabajo, profundizar en que tengo muchas historias para construir mis storytelling, seguir escribiendo todo lo que siento y pienso, descubrir que no necesito ser la mejor, pero si disfrutar mientras hago lo que me gusta. Comprobar que la familia también son los amigos. Y así muchas "esencialidades" más que son temas para un relato particular.
Y como si fuera poco, “Dios escribe recto en líneas curvas”, esto es exactamente lo que hizo en mi este caos interno. Me dio una misión junto un "hermigo" (este término resumen hermano y amigo) conformando por pura gracia de Dios, un grupo de oración, el cual es mi refugio todas las semanas, este grupo ha ido creciendo y cada viernes nos reunimos a reflexionar el evangelio y a rezar el santo Rosario. No tengo palabras para explicar cómo cada uno de los hermanos han tocado mi vida. Este grupo es mi salvavidas para mi y para todo a aquel a quien me ha tocado brindarle una palabra de consuelo y esperanza.
Vuelvo y reflexiono: ¿Qué ha cambiado la pandemia en mi? Ha salido a relucir mi esencia, con pequeños golpes removiendo esas capas que no dejaban mostrar todo el brillo y la belleza de mi alma.
"La esencia es aquello invariable y permanente que constituye la naturaleza de las cosas"
Autora: Cris

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