Cuando me detengo a contemplar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo me conmueve, que siendo hijo de Dios, nació en un pesebre, sin los grandes lujos de esa época.
La primera gran enseñanza de Jesús fue la humildad.
Cada vez que alguna persona me dice que soy humilde, para mí es un gran cumplido, eso me indica que voy por un buen camino. No es una ofensa para mí.
Hoy día confundimos mucho esta virtud pensando que las personas que son humildes son personas que viven en pobreza.
Sin embargo, la humildad esta relacionada con mostrarnos tal como somos, reconociendo nuestra virtudes y debilidades.
Encontramos personas con riquezas materiales, muy humildes y también personas muy pobres, sin el más mínimo rasgo de humildad.
Cuando reflexionamos sobre el lugar que le corresponde a cada valor que rige nuestra vida, no debemos olvidar colocar en primer lugar a la humildad. Esta virtud debe regir todos los ambientes que compartimos, en la familia, el trabajo, los amigos, nuestra sociedad.
Si aún no tenemos claro cómo poner en practica la humildad, quizás pensar en su antónimo, la soberbia, nos ayude un poco.
No extraño escuchar que con la humildad se nos abren las puertas del cielo y con la soberbia se nos cierran.