Mucho se ha hablado de ella, pero no es hasta que comienza a ser parte de tu vida que te percatas de su real existencia.
Hace algunos años llego a mi vida y sentía mucha tristeza, cada vez que asomaba sus narices, llegaba sin darme cuenta y me envolvía con su silencio.
Sentía que para ella solo estaba yo. Ella estaba decidida a estar siempre conmigo. Su presencia me daba nostalgia pues se empeñaba en recordarme aquellas escenas de mi vida, donde yo la ignoraba. Sencillamente me torturaba cada vez que podía.
A veces pensaba que si estaba acompañada de alguien más, ella se iría de mi lado. ¡Vaya obsesión! pues no era así, aun rodeada de muchas personas, ella llegaba y paralizaba todo a mi alrededor, simplemente me dominaba. No podía entender porque no se apartaba de mí.
Me enfrasque en una lucha a morir, a sacarla de mi vida, para vencerla busque cuanto entretenimiento se me ocurría para alejarla de una vez por todas de mí. Sin embargo, nada me me sirvió, ella siempre estaba allí mirándome en silencio.
Por fin, me rendí a sus pies. No le conmovían mis lágrimas, ni mi tristeza. Simplemente ella me encontró para quedarse conmigo.
Así fue como aprendí a amarla, pues ella me enseño con su presencia a mirar en mi interior, me mostró en la quietud a valorarme y descubrir los dones que Dios me dio.
Hoy día puedo estar rodeada de muchas personas, amigos, familiares, conocidos o extraños y al mismo tiempo estar con ella, en ese mundo que compartimos juntas.
No tengo temor si ella estará conmigo el resto de mi vida.
Sencillamente es mi fiel amiga , su nombre es “soledad”.
