Cada vez que hablo con mi mamá me doy cuenta que es la mejor forma de entrenarme en la virtud de la paciencia.
Especialmente cuando me cuenta algo que algunas veces ya me ha contado, no la interrumpo y me permito "estar y escuchar". Es decir simplemente enfocar todos mi sentidos en el momento que estoy con ella, disfrutar sus gestos, admiran su sonrisa, sus arrugas, perpetuando esa imagen en mi cerebro y los sentimientos en mi corazón, para cuando ya no este conmigo. Es como si le diera al botón “record” de una grabación.
Ya no me preocupo de interrumpirla cuando me cuenta algo que ya sabía, a veces me río cuando ella misma me dice: Esto ya te lo conté…¿verdad?
Confió en la genética de mi familia materna de ser longevos y tener a mi mamá muchos años más conmigo.