El pasado mes de marzo dio inicio a una incertidumbre sin fin. Lo que estamos viviendo me ha permitido conocer las prioridades que debemos tener en la vida.
En la segunda semana se escuchaba sobre un virus desconocido que había dado inicio en una ciudad de China, desconocía lo que se hablaba, comencé a escuchar más sobre el virus en las noticias, aunque en Panamá no se había presentado.
Recuerdo como si fuera hoy, el 9 de marzo del 2020, se da a conocer que el virus ya había llegado al país. Me empecé a sentir nerviosa, estaba a un día a que mis jefes llegaran a Panamá, pensé que no venían. Al llegar me comentaron que en sus tantos viajes a ciudad de Panamá jamás habían visto el aeropuerto tan desolado, que ellos en su país no habían escuchado que esto era tan serio o por lo menos no les habían informado.
Cuatro días después nos fuimos almorzar con todo el equipo de trabajo, como siempre se hacía, cuando ellos venían. Nos sorprendimos cuando al llegar al restaurante, siempre concurrido, en esta ocasión estaba muy vacío. En ese momento, surge en mi interior más miedo, miedo a lo desconocido, durante el resto del día aparecían en mi mente tantas imágenes. No sabía lo que significaba COVID-19, durante el fin de semana seguí viendo noticias y conociendo sobre el tema.
A mi llegada a la oficina hay una explosión de información sobre el virus y que se había convertido en pandemia por lo que a esa altura los países a nivel mundial debían tomar medidas dirigidas por la OMS. En la empresa se realizó cambios acordes a los lineamientos ofrecidos por el gobierno y nos acogimos a retirarnos de la oficina e iniciar el proceso de teletrabajo. En el transcurso de la mañana culminamos con las disposiciones y nos retiramos a nuestras casas.
Va surgiendo en mi preocupación y hasta cierto punto impotencia. Me sentía aterrorizada ante lo que estaba pasando. Inicie paralelo a mis responsabilidades en la empresa, cambios que necesitaba, planear el futuro, un poco incierto para todos hasta ese momento.
Mi familia, mi hijo y yo, nos reunimos para agendar un plan de acción con todo lo que nos estaba pasando. Lo primero que pensé fue en lo económico, nos organizarnos en las asignaciones que requerían fueran consensuadas, como ir al súper, farmacia y la compra de lo que necesitábamos.
Comencé a buscar en internet aquellos productos que se pudieran congelar, en el pasado no me interesaba si algo que compraba como vegetales se me dañara, simplemente lo tiraba a la basura y compraba más. Pero a medida que pasaba el tiempo me di cuenta que muchas personas estaban pasando escasez, sin tener que comer y mi conciencia no me permitía que nada se tuviera que dañar.
Por otro lado, empecé organizarme, leer cada día el evangelio, realizar el rosario, invertir tiempo con algunas amistades que necesitaban ser escuchadas, los templo fueron cerrados, no podía ir a misa, pero esto no me impidió tener cada domingo mis encuentros con Jesús a través de internet. El dedicar tiempo a trabajar mi FE ha sido un pilar para encontrar esa paz en tiempo de pandemia.
Mi hijo y yo disfrutamos de largas platicas con los recuerdos de nuestros viajes juntos y por separado, de sus proyectos, sus metas y su futuro.
Esta cercanía me permitió consolarlo, sentí que al igual que yo tenía temor de lo que estaba pasando con el virus. Agradezco a Dios nuestro acercamiento con mayor fuerza. Cada semana rezamos el Rosario, un encuentro maravilloso en familia con Dios.
Conversando con mi hijo le digo que somos muy afortunados al contar con todo lo que necesitamos, a la gracia de Dios.
Hoy puedo decirles que soy más empática y solidaria con las personas que menos tienen. Creo que los seres humanos podemos dar luz y tranquilidad aun en los momentos difíciles de la vida.
Los sentimientos y enseñanzas estaban muy dentro de mí, pero en estos momentos salieron a flor de piel como mi mejor salvavidas.
Autora: Celibeth
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