Por: Cristina Oses
Aunque mi jardín es pequeñito, con orgullo digo que tengo un jardín en casa, que ha ido recibiendo y despidiendo algunas plantas.
Mi hija, que le ha tocado cuidarlas todos los días, ahora que he regresado a trabajar a la oficina, con mucha gracia me cuenta que tengo una planta dramática, es un bello trébol morado que me regala unas hermosas flores lilas, ella es muy especial porque cuando no se riega sus tallos se desmayan. Si así como les cuento, apenas la regamos sus tallos comienza a levantarse poco a poco.
Ellas es la señal para todas las demás, pidiendo: Auxilio necesitamos agua…
Para mi el trébol morado es de las plantas más cariñosas de mi jardín, porque sus hojas llegan hasta las demás plantas. Con delicadeza, acariciándolas levemente, sin ser invasivas.
Mi hija me dice que esa es la consentida. Y me cuestiona, donde colocaré más planta.
Mi mamá es hoy mi principal proveedora de plantas, después de haberme rendido al traer las plantas que compraba en la sección verde del Riba Smith y las Ferias en Plaza Sta. María, llegaba emocionada con claveles, chavelitas, lavanda, romero, orquídeas, girasoles y penca que al poco tiempo solo me quedaban los potes con los restos de las plantas.
Y no crean que no investigaba, si era mucha agua o poca agua, mucho o poco sol. Pero bueno lo necia que soy, porque bien me lo decían a donde las compraba esta planta es para este ambiente y yo decía: me la llevo. Ha oído sordo todas las indicaciones. Me veía disfrutando de mi sueño, tener un jardín floreado, deleitarme con sus aroma y colores.
Los sábados en las mañanas son mis días de jardinera, para remover tierra, quitar hojas muertas, contar los retoñitos y hojas nuevas. Consentirlas y mimarlas. Como ya les conté, de lunes a viernes paso rapidito a saludarlas y recordarle a mi hija que revise si necesitan agua, que no les agregue a menos que la tierra este seca, cosas que se aprende por mis difuntas plantas.
Les cuento que hasta con plagas he lidiado unos bichitos blancos pequeñitos que para exterminarlos la sala olía a todos los menjunjes que encontraba en la web. Pero el bichareco me exterminó una planta. También me toco lidiar con una familia de gusano que devoraba las hojas de mis plantas. Si me preguntan de donde salieron, no lo sé.
Dada mi triste experiencia, mi mamá vino al rescate, pues a la pobre le tocaba tratar de salvarme las plantas cuando no sabía que más hacer, allá quedaba muchas de ellas, cuando mi mamá me llamaba y me decía: Hija la planta que me trajiste murió. Mi madre al ver mi deseo de tener mi jardín comenzó a regalarme plantas que, sí crecerían y vivirían, aunque ella insistía en darme plantas lo primero que le preguntaba: ¿Florece?, siempre me decía no. Ya cansada comencé a llevarme las plantas que mi mamá me preparaba, a veces solo envueltas en un papel toalla para llegar a casa y buscar mi cementerio de potes vacío para plantarla.
Como mi mamá sabia que quería plantas con flores me señalo las begonias que tiene de distintos colores, realmente las miré con recelo, me decía: Ay esa planta es común. La consigna de mi mamá era: Hija esas si pegan. Es decir, en mis manos sobrevivirán. Al final le hice caso, dejé de comprar plantas y fueron llegando las que mi mamá me regalaba. Ah, pero tengo una que compré en una jardinería, que florece, pero no ha florecido, pero por lo menos sigue viva.
Estoy feliz con mi jardín, hace poco una de las begonias me sorprendió al regalarme flores rojas y amarillas en un mismo ramo, vieran mi rostro de felicidad. Mis queridas begonias han crecido tanto que no caben en el pote, tuve que llamar a mi mamá para preguntarle como hacia para trasplantarla, con temor a dañarla y mi mamá me dice: corta el tallo más largo y siémbrala en otro pote, tranquila verás que ella pega rápido. Dicho y hecho, allí esta plantada una hijita en su nuevo pote.
Mi reciente inquilina es un anturio que mi mamá me preparó, por ahora esta creciendo muy lindo, aun no ha florecido, tocará esperar, eso si mi jardín me ha enseñado a tener paciencia y ser perseverante.
A la par de mi jardín, mi hija tiene una colección de cactus, los cuales tiene desde hace varios años, a diferencia de mis plantas, mi mamá siempre se lleva algún retoñito para su casa y allá crecen y se reproducen.
En mi recorrido sabatino también reviso los cactus, cuando veo alguno que se ha caído, lo siembro. Al parecer hubo un retoñito que se cayó quedo de forma horizontal sobre la tierra, mi gran sorpresa y enseñanza, fue que cuando lo iba a sembrar de forma vertical, ya tenia raíces, así como estaba acostadito, y lo más hermoso sobre él había un pequeñito nuevo cactus.
Cuanto nos enseña la naturaleza, ver a este pequeño cactus, como sobrevivió aferrándose a la vida, es una gran lección para mí. Se adaptó y sobrevivió. Un gran triunfador.
Comments