Por: Priscilla Delgado
Llego, apareció, vino caminando hasta mí, para manifestarme que nadie está solo, que alguien vela por tus sueños a escondidas como un duende bueno. Que siempre hay alguien que te ama en la oscuridad y en el silencio y se aparece sin nombre ni apellidos, solo gravitando con la luna o con una tarde de sol.
Bajo el trafico implacable de una ciudad desnuda de amor y contagiada de tristezas.
Qué buena noticia es que el afecto aparezca una noche de luna antes de navidad para convertirse en un regalo eterno de cariño nuevo sin estrenar.
No hay que presagiar distancias, solo estar atentos con la piel en trance esperando todo lo que la vida nos regala sin medidas.
La medida la ponemos nosotros que nos predisponemos a los amores sin escrutinios, para a un afecto sin espera, para vivir un gran amor mordiendo lechugas y medio de una copa de vino, retrasando el reloj para que no haya despedidas. Viviendo a cuentagotas para que el año no se vaya y con él las esperanzas.
Esa pasión que altera la piel y la pone a caminar y desquicia el alma con besos nuevos.
Esos amores que llegan sin pretensiones a manifestarse por entero y recordarnos que mientras vivamos sintiendo no es una ilusión óptica.
Hay quienes solo gravitan por la vida y otros que nacen para sentir día a día, minuto a minuto. Para ellos el trabajo es un placer, y la vida se convierte en un juego divertido para jugarlo entre muchos.
Nuestro entorno está colocado como un ajedrez, con solo aquellas personas que supieron que vamos a corresponder siempre a la llamada de los afectos, sin lugar ni hora. Nunca hay un año malo, siempre hay un año que se despide con buenas noticias, augurando que el próximo será mejor si termina vestido de esperanzas.
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