Siempre llevo en mi cartera una pequeña libreta en donde escribo mis ideas, artículos para para mi blog e incluso ideas para un nuevo libro. Te imaginas lo especial que es esa libretita para mí.
Hace poco, iba anotar algunas ideas en mi libreta y me asombre de no encontrarla. En ese momento no le di mucha importancia, como mi cartera es bastante grande, me dije –en algún lugar debe estar escondida, cuando este en casa la busco con calma, estaba segura que la encontraría.
Cuál fue mi sorpresa que vacié la cartera y no la encontré. Busque en mi auto, corrí los asientos, levante alfombras y nada de encontrarla.
Entonces, recordé que en una conferencia, fue la última ocasión que la use. Pensé que se me había caído al colocarla en la cartera, así que llame a las oficinas del lugar donde fue la conferencia y les pedí el favor que buscaran a ver si la encontraba en el lugar donde estaba sentada, les cuento que les llame tres veces y muy amablemente me indicaron que si la encontraban me llamarían. Pasaron los días y no recibí respuesta.
Con tristeza, ya me había dado por vencida de haber perdido algunas anotaciones importantes para mí.
Días después, estaba revisando un bolso que también tengo en el auto, allí estaba mi libretita. Cuando la vi, salte de alegría y experimente un gozo que no tengo palabras para explicarlo. Aunque era una sencilla libretita, mi alegría era porque perdí toda esperanza de encontrarla y la había encontrado.
Cuando te cuento que saltaba de alegría, en serio, saltaba y me reía, y por supuesto le daba gracias a Dios por encontrarla. “mi pequeña libretita”.
Como seguidora de Jesús, recordé el mensaje de Jesús de dos parábolas, cada una seguida de la otra: “La Moneda perdida” y “El Hijo pródigo”, ambas explican el gozo que siente nuestro Padre Dios cuando tenemos ese encuentro con Él.
“Y a penas la encuentra se reúne con amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo porque hallé la moneda pérdida. Les declaro que de la misma manera hay gozo entre los ángeles de Dios por un pecador que cambie su corazón y su vida” Lc 15, 9-10.
“Cuando todavía estaba lejos su Padre lo vio y sintió compasión, corrió a echarse a
su cuello y lo abrazo. “…alegrémonos porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado” Lc 15, 20, 23.
Doy gracias a Dios porque esta anécdota me llevo a sentir la alegría de mi Padre cuando yo abrí mi corazón para recibir su inmenso e inigualable amor.
Me maravillo, como en sucesos simples, Dios nos deja siempre una enseñanza de vida.
Te invito a estar siempre alerta, a buscar más allá de las casualidades el mensaje que Dios tiene para ti.