Mi hija siempre me dice: Mom no sé porque a ti los niños se te acercan con tanta confianza, como si te conocieran. Yo le comento: algo deben ver en mí que se siente a gusto conmigo.
Algunas veces he meditado sobre esto, ¿Qué observaran alrededor de mí?
He pensado que tengo un ángel de la guarda que es muy juguetón, otras veces pienso en el alma de mis hijos que tengo en el cielo, quizás están cerca de mí, yo no los veo, pero los niños sí, o simplemente ellos ven la sencillez de mi alma.
Siempre soñé con una familia como mínimo de tres hijos, sin embargo, no fue así, antes que naciera mi hija Paola, perdí tres bebes, después de siete años, nació Diego José, nació prematuro, con Síndrome de Down y una falla cardíaca, a los dos meses de nacido murió. Hasta aquí me di por vencida, no volví a intentarlo.
Por el inmenso amor que Dios me tiene, no es extraño pensar, que esa química particular con los niños, es un regalo de Dios por todo lo que he vivido.
Por ejemplo, me ha ocurrido que voy caminando y pasa al lado mío un niño de tres o cuatro años y se da vueltas y me sonríe. En otra ocasión estaba en el área de envolturas de regalo de una tienda de ropa, y estaba una mamá con sus dos niños uno de cinco y otro de seis año más o menos, de pronto mientras yo estaba esperando mi turno, veía que ambos niños me sonreían y me miraban como si me conocieran, incluso uno de ellos se acercó a mí. Recuerdo que yo miraba a mi lado, pensando que sus gestos no eran conmigo, sino con otra persona conocida de ellos. Les cuento que era conmigo, así que me correspondió ser amable y devolverles la sonrisa y el saludo.
Ya para mi es casi una costumbre corresponder el saludo a los pequeñines que me saludan, a veces voy manejando en mi auto, y cuando miro al auto que está delante o el que pasa a mi lado, ver las manitos saludándome o su hermosa sonrisa. Todas estas casualidades, las recibo como una bendición de Dios.
Cuando realizo los conversatorios sobre mi libro, disfruto mucho de compartir con los niños, me ha tocado motivarlos para que participen en las actividades que hacemos, a primera vista logro identificar como puedo hacer para que cada uno se sienta a gusto. La mayoría de la veces termino agotada, pero muy feliz, de haber logrado que cada uno haya disfrutado” Conversando con Cristina”.
¿Mi gran premio?... los fuertes abrazos de despedida de cada uno de ellos, su espontaneidad y su cariño genuino ,...esto no tiene precio.