Hace algunos días, estaba realmente mortificada porque cada vez que llegaba a casa sentía un terrible olor a humedad que salía de uno de los sofás de mi sala.
Eso me inquietaba tanto, llegar a casa y sentir ese olor, para ponerlos en contexto, han percibido ese olor cuando lavas una prenda de ropa y no se secó muy bien. Ese es precisamente el olor que sentía cada vez que llegaba a casa.
Para ese olor compre de todo lo que encontré de aromatizantes, pasando por esferas de alcanfor, mi perfume favorito, perfumes en aceites, de todo. El olor se controlaba, pero no se quitaba.
Discutía con mi hija y le decía que alguna bebida o agua se había derramado y ella no me lo estaba ocultando. Ella insistía una y otra vez: Mamá no se ha derramado nada.
Cuando tenía alguna visita, se podrán imaginar que lo primero que hacía era comprobar que mi querido sofá no emanará ese aroma con que me recibía diariamente.
Recuerdo con mucha gracia, cuando mi vecina toco a mi puerta, le pregunte Usted siente el olor de mi sofá y ella me dice: No Cristina, no siento nada.
Si no fuera porque mi hija y su novio, que casi siempre están en casa, han sentido el olor, diría que está alucinando.
Les cuento este episodio con mi sofá, porque una tarde mientras estaba en la sala, me percate que ya no sentía el olor. Me dije puede estar pasando dos cosas: una que el olor efectivamente desapareció o que me acostumbre al olor, pues había tomado unos días de vacaciones y estaba más tiempo en casa.
Esta última opción me aterrorizo, medite que así sucede con muchas situaciones en nuestras vidas, de tanto luchar por algo que nos incomoda, sencillamente nuestro cuerpo y nuestra mente, se rinden y se acostumbran. Durante toda esa tarde, comencé a realizar un autoanálisis sobre que situaciones no agradables para mí se han convertido en parte de mi vida, rindiéndose al hecho que todos mis sentidos me digan que no está pasando nada.
A penas llego mi hija y su novio lo primero que les pregunte: ¿Sienten el olor del sofá? Y ellos me respondieron: -No, el sofá no tiene ningún olor. Uff que alivio sentí, que no fuera costumbre.
Hoy quiero que mires a tu alrededor y al igual que yo, medites, si tienes una situaciones en tu vida, donde te diste por vencido y simplemente te acostumbraste al nuevo paisaje. Creo que al igual que yo algunos momentos valió la pena acostumbrase y otros que debimos tener más constancia para lograr los cambios que esperábamos.