En la Navidad el centro de mi atención es Jesús. Ese niño pequeñito conquisto mi corazón. Y al igual que muchos locos de amor, me declaro enamorada de él. Este sentimiento cada vez más me exige, vivirlo y demostrarlo. Ser luz, en la oscuridad.
Este año he realizado algo que no había hecho antes, despedirme con un “Feliz Navidad” a cuanta persona me brindara un servicio o atención.
No crean que fue fácil para mí, pues tenía un poco de temor de la reacción de las personas.
Fue muy gracioso, les desee Feliz Navidad a tantas personas, en su mayoría desconocidas para mí.
Me llenaba de gozo, el rostro sorprendido cuando me terminaban de atender y les decía: “Feliz Navidad”, realmente lo que recibía de vuelta era una enorme sonrisa, me imaginaba que para ellos este sencillo gesto, era un aliento para continuar su jornada de trabajo.
La lista es larga, desde el joven que me empaco el mercado, las cajeras de cada almacén donde compre los regalos de Navidad, el Señor que me atendió en la estación de combustible, el seguridad de un banco, la joven que me atendió cuando renové mi licencia de conducir y otros más.
Fue una experiencia maravillosa y espero repetirla muchas Navidades más. ¿Te animas también hacerlo?